Ernesto Caballero: «los límites del lenguaje definen nuestra realidad»

PREGUNTA: ¿Cómo ha sido reencontrarse con la escritura dramática de un texto original a través de La gramática?
ERNESTO CABALLERO: La escribí hace dos o tres años, pero no tengo la sensación de que haya pasado tanto tiempo. Tenía ganas de escribir una comedia porque me muevo bien en este registro. La gramática es una comedia ácida o satírica, un cuento en la línea de Max Frisch o Ionesco, donde hay humor aunque no sea estrictamente una comedia como tal. He tratado de escribir una parábola con tintes retrofuturistas. Si en La autora de las Meninas hablaba del arte, de la falsa democratización de la expresión artística, esta vez quise extremarlo más y llevarlo al puro lenguaje, a cómo la democratización mal entendida del lenguaje provoca situaciones tan paradójicas como que la expresión correcta esté mal vista o se vea como algo casi clasista o elitista. He querido explorarlo como una metáfora o una alegoría de un proceso social, como una alerta de una degradación social que siento que padecemos, pero no es un texto admonitorio ni condenatorio. Se me ocurrió el planteamiento de una mujer analfabeta que súbitamente adquiere unas habilidades lingüísticas y retóricas que le procuran muchos pesares y, sobre todo, la exclusión social. Una especie de Pigmalión, pero al revés.
PREGUNTA: ¿Hubo algún detonante en concreto que te llevase a pensar en este caso de “inadaptación por erudición”?
ERNESTO CABALLERO: No especialmente. Yo planteo en la obra una cuestión abierta y es que recuperar el habla popular primaria y rústica también es sumamente elocuente. Ahí, de alguna manera, también hay una reivindicación del habla popular, no hay una condena clasista o elitista, sino todo lo contrario. En la obra se produce un conflicto entre lo que es la estricta observancia de las normas y el habla más espontánea o la expresión popular. Responde a una idea casi filosófica de los límites del lenguaje, que son los que definen nuestro universo y nuestra realidad. Pensamos con palabras y, en la medida en que el horizonte expresivo y lingüístico se amplían, en principio y solo en principio, podemos tener más acceso a lo real, pero a lo mejor hay otras formas de acceso que no pasan por ahí. Sí noto una tendencia a descuidar la expresión y eso lo relaciono con un abandono de la precisión sintáctica a la hora de detectar los hechos y la realidad.
PREGUNTA: En La gramática aparecen Pedro Salinas, Nebrija, el teatro del Siglo de Oro… ¿La idea de homenaje a la literatura en castellano estaba en tu cabeza desde el principio?
ERNESTO CABALLERO: Sí, efectivamente. Y creo que tiene que ver con una relación absurdamente problematizada que tiene la sociedad con la lengua castellana. Parece que la palabra encarnada, que diría María Zambrano, la exaltación del lenguaje, la palabra hecha carne y sensorialidad, en definitiva, la palabra teatral, nos sigue costando colocarla en primer término o, por lo menos, en un lugar fundamental del hecho escénico. Ya sea por ciertos complejos o por prejuicios ideológicos. Ya lo decía Lázaro Carreter: la lengua es nuestro más valioso patrimonio cultural, social e incluso económico y político. Esto suena un poco imperial, pero nos falta un poco de orgullo de lengua, de apropiación de los valores simplemente formales de la lengua en los escenarios. Como hombre de teatro, he comprobado que en las sociedades donde no se tiene una relación buena con la lengua, el hecho teatral no es que se resienta, sino que muchas veces se apoya en otros elementos sensoriales, gestuales y visuales. En las culturas que se han reafirmado en su lengua, y estoy pensando en británicos, franceses, alemanes o rusos, por ejemplo, los intérpretes se alían con su lengua. En ese sentido, sí que he querido reivindicar y hacer un homenaje a la literatura en castellano, más que a la lengua.
PREGUNTA: ¿Qué quería decir Gabriel García Márquez cuando decía que “el nuestro es un idioma fabulosamente eficaz, pero también fabulosamente olvidado”?
ERNESTO CABALLERO: Está olvidado porque no somos conscientes de su potencial. Cuando hablamos del castellano estamos hablando de todas sus modalidades, desde México a la Patagonia. Es un tesoro, un manantial de riqueza no solamente formal, sino comunicativa, con unas posibilidades de todo tipo que las damos por hecho. Creo que a eso se refería García Márquez cuando hablaba de nuestro idioma, que no somos conscientes de su potencial.
PREGUNTA: ¿Cómo describirías el trabajo que hacen María Adánez y José Troncoso?
ERNESTO CABALLERO: Son unos actores dúctiles, inteligentes y versátiles que saben jugar y todo durante el proceso de ensayos lo hemos planteado desde el juego: coger el lenguaje, saborearlo, darle vueltas, ironizar, buscar situaciones… Ha sido realmente un lujo, un placer. Tienen algo excepcional que se percibe en la función, que es que además saben escucharse.
PREGUNTA: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, decía Wittgenstein. ¿Hablamos como pensamos o pensamos como hablamos?
ERNESTO CABALLERO: Ese es el quid de la cuestión y la pregunta que me mueve entre todas las cosas a escribir esto. Ojalá yo tuviera la respuesta. Es un tema que me apasiona y sobre el que no se ponen de acuerdo ni filósofos ni neurólogos. Yo lo que puedo conocer un poco son las dinámicas en la sala de ensayo y esto lo hemos podido constatar mientras preparábamos el espectáculo. A veces la palabra es motor para el cuerpo y, a veces, el impulso del cuerpo es el que genera la palabra. La palabra arrastra emociones, arrastra el cuerpo, la transformación o la encarnación emocional y sensorial de los cuerpos, pero las situaciones carentes de expresión necesitan las palabras y vienen en un lugar posterior. Hay una realidad inefable, que se apunta en el espectáculo en determinados momentos y silencios, en determinados espacios, como por ejemplo cuando el personaje de ella vomita todas las referencias literarias y termina con San Juan de la Cruz, cuando dice, “entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda ciencia tracendiendo”. Ese lugar donde ya no hay palabras, pero hay conocimiento tiene mucho que ver con la experiencia teatral.
Ernesto Caballero es autor y director de La gramática, que puede verse en la Sala Max Aub de Nave 10 Matadero del 29 de noviembre al 22 de diciembre de 2022. Consigue tus entradas en este enlace.